Entre los sectores más comprometidos de nuestra sociedad, hay ya un lugar común que dice que el verdadero derecho al voto se ejerce cuando consumimos. Cada vez que ponemos nuestro dinero en un producto, lo estamos poniendo, en realidad, al servicio de una cierta idea del mundo. Así, si compramos ropa o alimentos producidos en países en los que se explota cruelmente a los trabajadores y trabajadoras, estaremos apoyando esa idea de una producción que atenta contra los Derechos Humanos. Del mismo modo, cuando compramos productos que han sido generados desde unos estándares de calidad, de producción justa y de comercio justo, estaremos “votando” de forma efectiva por un mundo mejor. De ese modo, la construcción de una marca tiene que ir, en la medida de sus posibilidades, cargándose a cada paso de un mayor valor para el cliente, de forma que cuando alguien compra sus productos sienta que efectivamente está sustentando ideas que construyen y que valen la pena. Es por ello, que desde hace ya mucho tiempo, Nutralgape trabaja porque su marca ofrezca algo que vaya más allá de la comida de gatos o de perros. Nutralgape quiere ser un referente de buenas prácticas y devolver una parte de sus beneficios a la propia sociedad que los hace posibles. La Obra Social de Nutralgape es el vehículo concebido por nuestra marca para llevar a cabo esa tarea.
"Cada vez que ponemos nuestro dinero en un producto, lo estamos poniendo, en realidad, al servicio de una cierta idea del mundo."
Su apoyo a la labor de las protectoras, de los alimentadores de colonias y de todas aquellas organizaciones que trabajan por el bienestar animal, o su Plan Amma, que trata de conseguir que mujeres en situaciones problemáticas o en riesgo de exclusión puedan encontrar un apoyo en perros, que también lo necesitan, son una buena muestra de cómo la responsabilidad de Nutralgape como marca es ya su mejor bandera. Sólo de ese modo, con nuestro trabajo y nuestra inversión en solidaridad, podremos conseguir de nuestros clientes la certeza de que elegir Nutralgape es dar un pequeño pasito (aunque sea infinitesimal) en la buena dirección.