¡Uyuyuyyy, “Querido Diario”! ¡Cuantas cosas me han pasado desde la última vez que escribí. ¿Por dónde empiezo? “Empieza por el principio y sigue hasta llegar al final; allí te paras”, como dijo el Rey de Alicia.
Los días libres fueron una locura. Con Silvia, genial, como siempre. Habrás deducido que para mí es importante, no digo un “alma gemela” porque no me gusta esa expresión y, además, no pega con nosotras. Nosotras somos más bien, ¿cómo decirlo?: dos mundos reflejados en un espejo. Tan diferentes que nos compenetramos a la perfección; sin más ataduras que querer estar cuando queremos estar; que nos empujamos hacia los sueños y nos frenamos ante los precipicios. En definitiva, una persona que no me obliga a partirme, sino que me acepta tal y como soy…
Esto me recuerda al libro de la chica esta, ¿cómo se llamaba? Andrea algo. Y el libro, “Nosotros hasta el fin del mundo”. No. “Te espero en el fin del mundo”, ¡eso! La relación de los personajes era muy similar a la de estas dos chicas: dos personas unidas por un auténtico amor, pero cuyos intereses son diferentes, y aún así permanecen juntas a lo largo del tiempo. Bueno, el libro era un romance y no sé yo si estas acabarán siendo pareja.
…Pues eso. Que al día siguiente de que llegase -por cierto, cómo me quedaron las berenjenas-, nos fuimos hasta la Protectora del pueblo para hablar de la colonia. Alba, la encargada, nos dijo que, en cuanto pudiera, iría a poner las jaulas trampa para poder coger a los gatos, esterilizarlos y retornarlos al lugar. Con respecto a mi teoría sobre el animal “desaparecido” -Mino y el tercer Rodolfo ya han vuelto, pero no la Rosi-, me dijo que, por desgracia, no podía hacerse nada. Tan solo denunciar al energúmeno del vecino si tuviésemos pruebas (luego volveré a esto). El caso es que, estando de charleta, apareció por allí un chaval, de nombre Pablo, muy simpático él, que ya había visto por el pueblo adelante con un par de perros. Se ve que el susodicho, a ratos libres, también iba a poner jaulas. De hecho, el pobre llegaba cargado con un precioso ejemplar que deambulaba por su barrio. No sé que mosca le picó a Silvia pero, al momento, ya tenía su número de teléfono y ya le había hecho comprometerse para que me ayudase con la colonia…
Vaya, vaya. Aquí huele a romance. Esta Silvia está en todo. Vamos a ver.
Esto fue el pasado jueves. Tres días después -sí, el domingo- me llamó para quedar esa misma tarde. Cuando volví del trabajo, fuimos hasta la colonia, pusimos la jaula y a los cinco minutos ¡paf! Batman entre rejas. Pero no solo eso. El famoso vecino salió de su casa para incordiarnos y, gracias al talante de Pablo -la verdad es que tiene mano para moderar una discusión- pude llegar a un acuerdo con él. Yo alimentaré a los gatos en otro lugar de la calle y él se compromete a no tocarles ni un pelo. ¡Todo grandes noticias!
Estos dos fijo que acaban juntos. Se ve venir de lejos. Y que compartan ese amor por los mininos, la verdad es que es muy chulo. A ver, que aún hay escrito algo más.
Pero queda una más. La más gorda. Ya nos estábamos yendo con Batman a cuestas, cuando apareció la preciosa persa Briguitte. Le conté a Pablo que la gata siempre me seguía un tramo de la calle, cada vez más lejos, como acompañándome a casa. Él me recordó algo que ya sabía: que nosotros no escogemos a los gatos, sino ellos a nosotros. Después de cinco días dándole vueltas, ayer lo llamé y vino hasta la colonia. No hizo falta jaula ninguna, Briguitte entró en el pequeño transportín y ahora está en el baño de mi casa. Mañana la llevaré al veterinario, le pondré el chip, haré el papeleo y oficialmente la habré adoptado.
Así que, “Querido Diario”, desde ahora seremos dos a escribirte. ¡Miau!
¡Lo sabía! ¡Estaba claro que iba a acabar adoptando un gato! Es que no me parecía ni medio normal. ¿Vas a alimentar una colonia entera y no tienes ningún animal en casa? ¡Bien por ella! Y que envidia… ¡Yo también quiero que un gato me elija!